Actualmente como se encuentra el país, lo único que -no- se nos viene en mente a la hora de hacer la lista para las cosas a comprar, es sin duda un libro; y no es que sea de un total desagrado, pues si es realmente decir que -barriga llena, corazón contento-, esta y un sin fin de pretextos, hacen que un libro -no-encabece la lista de los productos más necesitado en una familia.
Es por eso que las principales editoriales, se han dado a la tarea de encontrar un método para poder calcular los precios a un bajo costo, de esta manera tanto clientes como editorial, salen ganando, una gana en el aspecto de que adquiere un ejemplar a un precio más accesible, por el otro lado al tener más clientes, las ganancias incrementan para poder invertir en nuevas tecnologías para la producción de libros.
Pero como cualquier negocio se tiende a basar de acuerdo al tipo de público que va dirigido el producto, siguiéndose de distintos planes de trabajo, algunos pueden ser de mediano plazo y otros son a largo plazo, dependiendo de las políticas que cuente la editorial.
En dado caso que los resultados no sean los esperados, ya sea por la minuciosa venta de libros, o tal vez porque en algunas ocasiones es de mayor costo la elaboración de la publicidad o la edición o ambas actividades. Pero cabe recordad que cuentan al igual que toda empresa con un salvador, me refiero a los créditos editoriales, estos en su mayoría ayudan a las editoriales para poder subsidiar trabajos que tenían parados.
Es de imaginarse todo el mundo que existe detrás de un libro, donde a veces pensamos que al ser regalados, no son de valor, pero habría que preguntarles a las editoriales que se encargan de hacer estos materiales que ayudan abrir un número inimaginable de conocimientos, sí en verdad su destino final sea para el kilo de papel.
Con base al texto:
Datus C. Smith: “3. Aspectos financieros”, en: Guía para la publicación de libros, UdeG/ASEDIES-México, 1991.
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